Amor, de usos y costumbres
La razón o la locura, la entrega o la traición, la decisión de quedarse con la rutina o elegir la intensidad de lo fugaz. Interminables son las vertientes que se plantean en el amor.
Pero ¿será realmente el amor, o lo que construimos alrededor de él?
El diccionario define la palabra “amor” como el “sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa, a la que se le desea todo lo bueno”... y entonces ¿dónde quedan las mentiras, las dudas, la posesión, dónde aparece el sentimiento que nos hace querer de repente, que esa persona más que ser feliz, sufra por no querernos?
¿Será que hemos agregado al amor miles de términos que no le corresponden, o que nunca lo hemos entendido y lo hemos traducido en egoísmo y bienestar momentáneo?
¿Será que el amor se ha vuelto más una conducta, una acción de “usos y costumbres” de la sociedad, al que le hemos quitado de lleno su poder?

Y es que el amor tendría que ser sentir, vibrar, y actuar sin condición. Hacer todo eso y más por la simple razón de amar, sin predicciones de futuro, sin expectativas que casi siempre salen de la realidad, sin pretender ganar un estatus, una etiqueta o un beneficio.
El amor se da y se recibe de forma natural y espontánea y sino es así, ¿entonces es amor?
En un mundo en el que todo tiene “v” de vuelta, en el que parece que nada se mueve sin algún interés o ganancia, sería importante plantearnos la forma en la que queremos amar.
Amar a un amigo para aportar a su vida y ayudarlo, amar a una pareja para construir juntos bienestar, amar a los hijos para enseñarles lo mejor de nosotros y guiarlos para enfrentar la vida, amarnos a nosotros mismos para ser felices y dejar de llenar al mundo de frustración.
Porque el amor es tan sólo eso, la satisfacción de dar lo mejor de nosotros mismos, siempre.
Por Ana Francys González
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