¿Mito o realidad?, el cuarto Rey Mago
Estamos ansiosos por la llegada de los Tres Reyes Magos,
muchos niños ya están dispuestos a dormirse temprano para despertar y encontrar
los obsequios, este 6 de enero. Melchor, Gaspar y Baltasar ya inician su
recorrido alrededor del mundo para dejar juguetes y millones de regalos a los
niños, llenando las casas de alegría e ilusión.
Sin embargo, tal vez antes o ahora te vas enterando sobre la
supuesta existencia de un cuarto Rey Mago, llamado Artabán, y en esta ocasión
te hablaremos de esta historia.
Este era un hombre de barbas largas, ojos nobles y
profundos, se dice que residía en el año 4 a. C. en el monte Ushita. Artabán
poseía el don de enterarse, por medio del oráculo, de algunos sucesos que para
los demás pasaban desapercibidos.
Melchor, Gaspar y Baltasar, le advirtieron sobre el
descubrimiento de una estrella que anunciaba el nacimiento del “rey de reyes” y
lo citan en la ciudad de Borsippa para entonces ser guiados por una estrella.
Antes de partir, Artabán eligió cuidadosamente las ofrendas
que entregaría; se trataba de un diamante de Méroe, que repele los golpes del
hierro y neutraliza los venenos; un jaspe de Chipre, que estimula el don de la
oratoria; y un rubí de las Sirtes, cuyo fulgor disipa las tinieblas del
espíritu.
De acuerdo al relato, Artabán cabalgó sin descanso hasta
que, a las afueras de Borsippa, se tropezó con un hombre agonizante y desnudo,
un comerciante que había sido desvalijado por unos ladrones y después golpeado sin
piedad.
Lavó con vino sus heridas y entablilló sus huesos quebrados.
Cuando el hombre le confesó a Artabán que los ladrones lo habían despojado de todos sus
pertenencias, este se apiadó de él y le regalaó el diamante de Méroe.
Este suceso retrasó el camino del cuarto Rey Mago, y a su
llegada a Barsippa, se entera que Melchor, Gaspar y Baltasar ya se habían
marchado, con una nota que decía: “No podemos retrasar más nuestro viaje.
Síguenos a través del desierto. Que la estrella te guíe”, comenzando entonces el
recorrido en solitario hacia occidente.
Artabán forzó tanto su caballo por llegar a tiempo que este
murió de cansancio y tuvo que continuar a pie. Cuando llegó por fin a Belén,
cansado y con la ropa casi destrozada, se encontró con la crueldad desatada de
Herodes, que había ordenado a los soldados a exterminar a los varones menores
de dos años.
Y cuando vio que un soldado estaba a punto de asesinar a un
niño le ofrece el rubí de las Sirtes que guardaba a cambio de la vida del
pequeño. Este acto le costó cuando un capitán de Herodes lo sorprende y ordena
que lo apresen, siendo encarcelado por cerca de 30 años
Transcurrido ese tiempo fue liberado, pero ya se había
convertido en un anciano ciego. Al salir, Artabán ayudo de nuevo a una persona,
en este caso a una joven, que estaba a punto de ser vendida como esclava. Su
último recurso fue intercambiar el jaspe por la libertad de la joven.
La mujer entonces besó las manos heridas y los ojos del
viejo. Luego de hacerlo la tierra tembló y el velo del templo se rasgó y una
falla se traga a Artabán, que antes de morir logra ver la figura de un hombre
llagado y resplandeciente; quien con su voz agradeció todo lo hecho por este
Rey Mago. Artabán no entendía lo que había hecho por él, sin embargo esta voz
le respondió “lo que hiciste por mis hermanos, lo has hecho por mí”. Muriendo
entonces en manos de Dios.
Este relato, fue escrito a finales del siglo XIX por el estadounidense
Henry Van Dyke (1852-1933) y traducido desde entonces a 13 idiomas, cuenta que
Arbatán habría dedicado 30 años de su vida a buscar al Mesías para darle
"tres preciosas joyas" que no pudo ofrecerle el día de su nacimiento.
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